Un tablero curvo y cuatro delgados soportes es todo cuanto se precisa para la construcción de esta sencilla pieza, a la vez silla y taburete, de inspiración japonesa.
Su pequeño respaldo, ideado para ser desmontado, permitirá variar su aspecto, y por tanto su naturaleza, según se destine a ocupar espacios de espera, reunión o recreo.
Pensada para ser repetida, el bisel y la curvatura de su asiento permiten formar una onda al disponerlas en continuidad, encontrando una variación inesperada que se mantiene sin embargo en silencio mientras la pieza se dispone en solitario.
Sin duda, un ejercicio de pulcritud que recuerda el valor de la sencillez en nuestros días.
Fotografía David Zarzoso