Elementos de profundo calado como la materia, la brisa y la luz se disponen en primer plano y son la motivación de los cambios, que van más allá de una reescritura ciega, puramente programática, de esta casa pareada de la calle Carteros.
Así la obra, reducida desde el inicio a su mínima expresión material, encuentra tras de sí un silencio desde el que admirar la luz y sus espacios. Basta la piedra, la madera y el vidrio para abordar este importante ejercicio de sencillez y complejidad donde se reúne todo un trabajo de precisión y rigor constructivo, tan elemental y sincero, como modesto y necesario.
Por su parte el núcleo de la escalera, ubicado en el centro geométrico de la vivienda y completamente abierto a la zona de día, no solo se constituye como una mera escultura labrada en la caliza, sino que además incorpora con exactitud algunas de las piezas más ingratas del programa de necesidades. Así en planta, se sitúa este como un elemento exento, “en rotonda”, que permite circular la casa sin interrupción mientras ofrece sus servicios a las estancias.
Ya al exterior los patios, además de asegurar una brisa constante y suave a través de los interiores, se constituyen aquí como eficaces dispositivos arquitectónicos capaces de encapsular entre sus muros los incesantes conflictos entre el sol y la sombra; entre el día y la noche. Todo ello, al abrigo de un anciano limonero que marca el acceso y dota de nombre a la obra.
Equipo de proyecto David Clarí
Fotografía David Zarzoso